jueves, 8 de octubre de 2015

Mi cuerpo y mi mente durante el tratamiento

Hace una semana recibí mi onceava aplicación de ABVD. A medida que pasan las quimioterapia mi cuerpo y mi mente se han transformado. Las primeras aplicaciones fueron terriblemente dolorosas. De nunca tomar medicamentos a recibir horribles bombas de veneno!
Todos los miedos! De lo desconocido a lo conocido y de vuelta lo conocido. El pavor de sentirse desfallecer tras cada aplicación lo hace aún peor. Y cuando crees que ya todo terminó, vuelve a empezar, cada vez más intensamente. Bajar al mismísimo infierno y regresar una y otra vez.
Les quiero platicar las transformaciones de mi cuerpo y mi mente a lo largo de estos tremendos ciclos. 
Había perdido cuatro kilos mismos que he recuperado a lo largo del tratamiento. Eso es lo de menos.


De inicio, mi sistema digestivo. La náusea. El estómago se infla a causa de la gastritis, colitis, estreñimiento y hemorroides. Aire, dolor, náuseas, malestar.
Mi orina huele mal, como si no me hubiera aseado. 
La piel. El órgano más grande del cuerpo. Toda la piel del cuerpo, desde el cuero cabelludo hasta la punta del pie. Duele como moretón, como si me hubieran dado una tremenda paliza. Se seca.  Se descama. La fibromialgia que no te deja mover. El cuello, la nuca, dolor indescriptible. Se inflaman los ganglios del cuello y duele. Las uñas se quiebran. La luna de las uñas se amorata.
La vista. Se cuartea el epitelio del iris y los ojos se secan y los nervios ópticos se inflaman, provoca migrañas y foto fobia. Los párpados se pegan. Arde. Duelen los párpados. Duelen los ojos y detrás de los ojos. Todo brilla y deslumbra. Duele. Perdí mis cejas y mis pestañas. No logro ver con nitidez. 
El oído. Escucho más de lo que quiero. El mínimo ruido es insoportable. Estoy sensible. 
El olfato. La nariz se reseca. Todo el vello dentro de ella se cae y los mocos se pegan como pequeñas piedras.  Puedo oler con agudeza canina. Algunas veces me provoca náusea. 
El gusto. Desde que inicia la aplicación de la quimioterapia, el gusto se vuelve amargo, un tanto a sabor metálico.  La boca quema, te salen aftas hasta en la garganta. No puedes comer. Mis dientes están destemplados. Se sienten sucios. Entre más me lavo, más me arde la boca.
Todos los músculos de mi cuerpo sobre todo de la cintura hacia arriba me duelen. Cansada. Fatigada. Muy cansada. Me quedo sin aliento. Extenuada.
Tengo palpitaciones. Tengo frío. Me da calor. Escalofríos de la cabeza a los pies. Empiezo a sudar. Me vuelve a dar frío. Mucho calor y mucho frío. 

De ser una mujer atractiva, con buena figura, ha quedado de mí solo un fantasma que está y no está. El color de mi piel ahora es pálido y gris. Mis ojos son opacos y tengo ojeras. Perdí prácticamente todo el pelo y vello de mi cuerpo. Me perdí.

Mi mente. Estoy muy confundida y no logro poner mis pensamientos en orden. Pienso en una cosa y de mi boca sale otra. Se me olvidan las palabras y se me traba la lengua al hablar. Olvido las cosas.No me puedo concentrar. No puedo leer. Estoy aturdida. Todo es confuso y borroso. Mis movimientos son lentos y un tanto torpes.

No soy yo. No soy quien era hace ocho meses. Es la enfermedad encerrada en mi cuerpo. 

A lo largo del tratamiento, he tolerado un poco mejor las quimioterapias. No sé si mi cuerpo se ha hecho resistente o verdaderamente lo tolero mejor. 
Tal vez la agudeza del dolor ha disminuido un poco. Lo que es cada vez más intenso es el cansancio. Tras once aplicaciones me siento desfallecer.

La próxima semana cerraré el sexto ciclo. Espero que sea el último.

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